Todo sigue

Ayer, releyendo escritos míos de otros años encontré este y retocado un poquito me ha apetecido compartirlo:

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Andaba yo preocupado con fin de dar una excusa por ho haber acudido al casamiento del hijo de mi mejor amigo. Un hijo por el que él daría su vida. La única cosa que le ha dado ganas de vivir desde que nos conocemos, hace más de 50 años. Muchos eran en la boda. Yo, el único al que él había invitado, no estaba.

Empiezo a pensar cual será su reacción al verme. Seguro que me guarda rencor por haberle fallado en el momento más importante de su vida. El momento en que veía más feliz a quien le hacía a él.

Un día, por casualidad, mientras se dirigía a recoger las fotos de la celebración. Le saludé diciéndole que lo sentía pero que no había podido ir por motivos laborales y él, tranquilamente, me contestó si me apetecía un café y ver las fotos. No pareció darle importancia al hecho de mi ausencia, tan sólo recordaba los buenos momentos de ella.

Al llegar a casa reflexioné, me alegré y me hice consciente. Mi alegría era provocada por la falta de rencor, que a su vez, era lo que había hecho darme cuenta que no soy el centro del universo.

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